De Santiago de Chile a Washington D.C.
Nací en 1978 en Santiago de Chile, mi madre me contó que no sabían que pasaba, estuve descompensado por mucho tiempo, y por ese motivo, pasé mucho tiempo hospitalizado. Después de varios exámenes me diagnosticaron con Hiperplasia Suprarrenal Congénita (HSC) en su forma perdedora de sal, también presentaba lo que los médicos llaman “genitales ambiguos”. Según los registros médicos tenía una hipospadias con un falo/clítoris más grande de lo “normal” y labios fusionados que se asemejaban a testículos; nadie me habló de esto, todo lo tuve que descubrir por mí mismo cuando pedí mi ficha clínica en el hospital. También, fue grande mi sorpresa cuando descubrí que fui inscrito con sexo masculino al nacer, y a los 2 meses cambiaron mi sexo a femenino al descubrir que tenía cromosomas XX y, por lo tanto, órganos reproductivos internos típicamente femeninos, y presentaba diferencias genitales debido a que contaba con niveles más altos de testosterona que los de una mujer típica.
A los 2 meses de vida los médicos decidieron reducir el tamaño de mi falo/clítoris por considerarlo muy grande para una mujer, lo que dio inicio a un largo proceso de feminización forzada, que puedo resumir con dos palabras: violación y tortura.
A los 9 años me realizaron una segunda cirugía, que consistió en crear una neovagina cuyo único propósito era crear un conducto que pudiera ser penetrado. Y para asegurar que dicho conducto no se cerrara se recurrió a la constante introducción de dilatadores, lo cual resultaba sumamente doloroso.
No tengo palabras describir la humillación que tenía que vivir día tras día, me sentía vejado, violado, triste y lleno de dolor. Mi madre era la principal testigo de estos sentimientos.
A los 11 años tuvo lugar la última y más dolorosa intervención, que consistió en reconstruir un conducto para orinar, no porque yo no tuviera uno, sino porque los médicos querían estar seguros de que la niña que estaban creando orinara sentada. Esta intervención terminó de destrozar mi vida, es imposible describir los dolores que sufrí y lo más terrible es que ninguna de las intervenciones anteriores era necesaria para proteger mi salud o mi vida; solo se trataba de cirugías “cosméticas” para hacer que mi cuerpo encajara con los estándares médicos que definen la normalidad. Fueron numerosos los esfuerzos para borrar toda huella de mi diversidad corporal.
Además, durante mi época escolar antes de la adolescencia, fui sometido a tratamientos con medicamentos para evitar que mi cuerpo tomara sus rasgos originales. La idea era feminizarlo forzosamente. Pero mi cuerpo se resistió, a pesar de todo seguía siendo diferente a los cuerpos de mis compañeras, ni un solo rasgo femenino había en mí, tenía hombros anchos, mis caderas no se ensancharon, me crecía barba, mis compañeros de clase me molestaban debido a esto.
También pase por psicólogos que trataron de forzar mis comportamientos, considerados masculinos, para ajustarse a los comportamientos considerados femeninos, y por muchos años tuve que fingir y adaptar mi comportamiento a lo que los psicólogos esperaban de mí. Esta situación me hacía sentir triste y totalmente inseguro en todas mis decisiones, pase gran parte de mi vida triste, adolorido por la cirugías y muy inseguro de sí mismo. Aunque estudie una carrera universitaria, nunca estuve conforme con nada en mi vida, nada me llamaba la atención. Siempre tuve dudas acerca de si alguna vez podría tener una vida sexual casi “normal”. Lo peor fue que mi madre nunca quiso hablar de cuando yo había nacido, de lo que había pasado en la primera etapa de mi vida y solo se dejó llevar por lo que los médicos decidieron.
Por mucho tiempo, mi vida fue un largo caminar sin encontrar alguna solución a todo lo que me pasaba.
Hasta el día de hoy, estas experiencias han dejado profundas huellas tanto físicas como emocionales, las cuales día a día trabajo para que ya no me duelan tanto.
Al cumplir 35 años, decidí que ya había pasado por mucho, estaba cansado de pasar mi vida forzado en una identidad que no me correspondía, forzado físicamente a través de terribles y dolorosas cirugías y tratamientos hormonales, y forzado mentalmente mediante psicólogos que, desde que tengo memoria, trataron de convencerme de que era una mujer. Por lo tanto, decidí buscar respuestas, encontré información sobre intersexualidad, y fue en ese momento que comencé mi cambio a ser el hombre que siempre sentí que era. Encontré un endocrinólogo que trabajaba con personas como yo, retiramos los medicamentos que evitaban que mi cuerpo tomara su forma natural, y comenzó mi cambio a ser el hombre que siempre sentí que era.
Hace 4 años, conocí a Laura Inter, que coordina el proyecto mexicano Brújula Intersexual. Era la primera vez que hablaba con alguien como yo, había estado mucho tiempo solo buscando respuestas para todo lo que había vivido, y finalmente tenía la oportunidad de hablar con alguien que en realidad me entendía. También me presentó a otras personas intersexuales de todas partes del mundo y por primera vez pude hablar libremente de lo que me sucedía.
Laura Inter y Mar Is (que también es una persona intersexual mexicana) me visitaron en Chile y tuvimos la oportunidad de compartir experiencias, incluso les mostré el hospital donde pase gran parte de mi vida hospitalizado debido a las cirugías y demás “tratamientos”. Por primera vez ya no me sentía solo y me di cuenta que habían muchos como yo, que habían pasado por experiencias similares, me sentí feliz, acompañado y me di cuenta que mis días de soledad habían terminado. Junto con Laura Inter comenzamos el proyecto Brújula Intersexual Chile, que es una página de Facebook donde compartimos información específica para la comunidad intersexual chilena.
A partir de este momento, comenzó un cambio en mi vida. Más tarde, en marzo de 2017, tuve la oportunidad de viajar a Washington D.C., EUA, era la primera vez que viajaba a un país tan lejano, pero el que fueran mis amigas Laura Inter y Mar Is, me dio la seguridad suficiente para poder ir. Viajamos a la sede de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), donde por primera vez conté mi historia personal al mundo en la audiencia pública sobre la “Situación de Derechos humanos de las personas intersex en las Américas” con motivo del 161 periodo de sesiones, estaba nervioso pero feliz porque sabía que mi historia podría ayudar a muchas personas como yo. También tuve la oportunidad de conocer a las activistas intersexuales Natasha Jimenez de Costa Rica, y Kimberly Zieselman y Betsy Driver de EUA. Fue una hermosa experiencia me sentí muy acogido y respetado.
Betsy Driver nos dio un tour por la ciudad a Laura, a Mar y a mí, pasamos un muy agradable momento a su lado, y tuve la oportunidad de sentirme libre, de convivir con personas que me entienden como ninguna otra.
Hace ya 4 años que inicie el proceso de recuperación de mi identidad, y ha sido un largo camino donde la palabra PACIENCIA es la que más recuerdo día a día. He aprendido a esperar y sé que me queda un largo camino.
Para terminar puedo decir que estoy feliz de poder compartir mi historia con Intersex Day, y así contribuir para que cada vez seamos muchos más quienes alzamos la voz y decimos ¡basta de cirugías innecesarias! Las personas intersexuales éramos felices con los cuerpos con los que nacimos, no necesitábamos que los modificaran.
– Ale.
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