Cuando Max Beck y Morgan Holmes fueron a Boston

Morgan Holmes

Morgan Holmes. Fotos: suministrado.


Hace diecinueve años, en una fría mañana de octubre, tomé un vuelo de Toronto a Boston para protestar en la convención anual de la Academia Americana de Pediatría (AAP), junto con Max Beck – miembro vital y comprometido de la ISNA – éramos los dos rostros públicos de la Intersex Society of North America (ISNA).

Max y yo fuimos lo bastante afortunados de permanecer juntos en el apartamento de Riki-Anne Wilchins, una mujer que era amiga de Bo Laurent, fundadora de la ISNA y quien financió mi boleto de avión a Boston. Bo, aún no había salido a la luz pública como una persona intersex, y todavía estaba publicando la mayoría de sus trabajos con el pseudónimo de Cheryl Chase; por esta razón, nos preguntó a mi y a Max si estaríamos dispuestos a actuar como rostros públicos para el movimiento [intersex], y asistir a la AAP en Boston para hablar con los delegados que se encontraban ahí. Cuando accedí a ir, solo podía pensar en el éxito que habíamos tenido a principios de año para hacer frente a una conferencia de cirujanos cosméticos, la cual tuvo lugar en el hospital Mount Sinai en Nueva York, no me puse a pensar en que no tenía ciudadanía estadounidense. El anterior panel de conferencia en el Mount Sinai, fue filmado por Suzanne Kessler. También contó con el apoyo de Edward Stein, un filósofo y profesor de derecho que también trabajo junto con Betsy Driver, fundadora de Bodies Like Ours, en 2005, para celebrar un simposio que duró un día completo en la Universidad Yeshiva, y también ayudó a Betsy, y a un equipo de estudiantes de derecho, a publicar un especial en el Cardozo Journal of Gender and Law, que examinaba la situación de los estudios críticos sobre intersexuaidad en 2005.

Cuando accedí a asistir a la reunión de la AAP en 1996, tenía la impresión de que, de manera similar, contábamos con las herramientas para hacer frente a los médicos como lo habíamos hecho en Mount Sinai. Con este fin, escribí mi declaración que duraba 20 minutos, y estaba basada en la investigación sobre las injusticias éticas y legales de las típicas intervenciones quirúrgicas; ese documento, eventualmente formó parte de mi libro, Intersex: A perilous Difference – Intersex: Una Peligrosa Diferencia. Max había escrito algo mucho más personal, pero basado en el trabajo que Max estaba llevando a cabo sobre el desarrollo y autonomía de los niñxs y su supervivencia al trauma. Ninguno de los dos acabó dando las pláticas que habíamos escrito.

Cuando llegamos, la mañana del 26 de octubre al Centro de Convenciones de Boston, nos enteramos que no estábamos, de hecho, en el itinerario del programa, y cuando intentamos averiguar que es lo que había pasado, nos encontramos con bastante hostilidad. Hasta el día de hoy, no me queda claro si lo que sucedió es que nunca tuvimos una invitación para hablar, o si esta fue revocada. Sin embargo, se hizo evidente en la entrada principal al centro de convenciones, que íbamos a tener que repensar nuestra estrategia para ser escuchados. Teníamos material que queríamos que fuera escuchado, y habíamos viajado una distancia considerable, además asumimos riesgos personales importantes al decidir de que íbamos a hablar y al dar la cara en vista de la oportunidad que se nos presentaba. No estábamos preparados para simplemente desaparecer. Así que, Max y yo, bueno, difícilmente íbamos a escondernos sin antes tomar una actitud de resistencia o rechazo, ¿no es así?

Dicho esto, aún estaba el pequeño asunto de que no contaba con la ciudadanía estadounidense. Como canadiense que estaba siendo amenazada con ser arrestada por la patrulla de seguridad en el centro de convenciones, sentía que no podría simplemente irrumpir en el edificio. Había un poco de controversia acerca de esto con algunos de nuestros aliados, quienes habían venido a apoyarnos: Riki-Anne Wilchins, uno de los fundadores del grupo estadounidense de activismo, Transexual Menace, había venido con algunos miembros de Transexual Menace, y estaba preparado para tomar una postura más militante dentro del centro de convenciones. Al final, sin embargo, probablemente porque simplemente me negué a arriesgar para siempre mi futuro derecho de entrar a lo Estados Unidos, y porque era claro que nuestra iniciativa no progresaría si uno de los dos delegados intersex, simplemente se reusaba a participar, decidimos aprovechar la atención que pudimos generar en la entrada principal al centro de convenciones. Es posible que esa decisión fuera significativa porque, mientras el panel de Mount Sinai posiblemente tuvo algunas intervenciones profesionales que resultaron útiles, el que nosotrxs estuviéramos afuera del centro de convenciones, llevó a nuestros problemas a un nivel mucho más público al encontrarnos en la calle, y, por lo tanto, a un mayor nivel de compromiso con un público más numeroso.

Hermaphrodites With Attitude

Hermaphrodites With Attitude, Boston, 1996


Durante 2 años, la ISNA estuvo enviando un boletín informativo titulado “Hermaphrodites with Attitude” – Hermafroditas con Actitud – un título cáusticamente descarado, que se negó a ser arrastrado bajo la vergüenza, ya que se podía encontrar el término “hermafrodita” o “pseudo-hermafrodita” en todos nuestros expedientes médicos. Como los fundadores de la ISNA, todos fuimos sometidos a tratamientos entre mediados de la década de 1950 y principios de la década de 1970, cuando persistía en el lenguaje el uso de varias etiquetas con el término ‘hermafrodita’.

Mi memoria ya no está del todo clara, y no recuerdo si nos dispersamos a fin de hacer las pancartas y letreros, y después nos reagrupamos esa tarde, o fue al siguiente día. Independientemente de eso, Max, yo y aproximadamente una docena de aliados, incluyendo a David Valentine (un estudiante graduado en antropología de la Universidad de Nueva York, que desde entonces había publicado su muy astuta monografía: Imagining Transgender) y Riki-Anne Wilchins, y algunas personas de una organización llamada “Middlesex” (ubicada en Middlesex, Massachusetts) desplegaron nuestro cartel frente al Centro de Convenciones de Boston, repartieron panfletos, y hablaron de manera personal, durante horas, con los médicos, cirujanos, enfermeras, y trabajadores sociales, que asistieron a la convención.

Hubo algunos que simplemente nos ignoraron, pero hubo algunos pocos cirujanos y pediatras que en realidad se detuvieron a escuchar. Algunos estaban consientes de que la Asociación Médica Gay y Lésbica, ya había respaldado nuestra posición en contra de la llamada, “cirugía de normalización”, y estaban genuinamente interesados en escuchar, de adultos como Max y yo, los efectos a largo plazo de las intervenciones tempranas. Con algunos, fui capaz de compartir más que tan solo mi historia personal, y contar acerca de los testimonios que conocía de otros adultos… e incluso de los padres, quienes se sienten intimidados acerca de como cuidar o tratar a sus hijxs, y estaban atrapados en la trampa de los entonces: actuales estándares de atención pediátrica.

La AAP, repentinamente debe haber sentido una tremenda presión sobre ellos, ya que es un área en la que no están acostumbrados a ser examinados. De hecho, la organización emitió una declaración a la prensa, que describía los estándares de atención para los diagnósticos y el tratamiento de bebés y niñxs intersex. Fue emitido en medio del día de la protesta, y recibimos una copia de este, por medio de un fax que alguien nos hizo llegar. Por supuesto, la declaración oficial nos proporcionó una lista de apartados que podríamos abordar directamente, y aunque al principio nos molestó el haberlo recibido, la AAP nos hizo un favor al establecer los términos en los que deberíamos enfocar nuestra meta.

Ante todo, es importante recordar que todo esto tuvo lugar en 1996, al menos 20 años de demandas bien sustentadas sobre las cirugías tempranas y agresivas, y “salvajes” actitudes, han dado paso a aproximaciones quirúrgicas más refinadas y moderadas. Pero Max y yo éramos jóvenes, teníamos alrededor de 25 años, y ambos habíamos sido sometidos a cirugías durante nuestra niñez; ninguno de nosotrxs había experimentado un enfoque de atención gentil o respetuoso hacia nuestros cuerpos, y tenía la certeza de que mi cirujano, meses después de haber realizado mi cirugía de “reducción” de clítoris, en 1974, había conseguido un puesto de trabajo en el [Hospital] John Hopkins, donde el podría seguir ejerciendo su carrera. Ese cirujano, Robert Jeffs, estuvo en el itinerario del programa de las conferencias, y ciertamente, sentía mucha ansiedad acerca de lo que haría si me encontrara cara a cara con un hombre cuya etiqueta en el programa lo anunciaba como Jeffs. Esto no sucedió. Si él nos vio, es algo que nunca sabré. Pero, sí, me sentía enferma de solo pensar que pudiera ver a este horrible hombre, que había visto mi pequeño cuerpo de 7 años de edad como uno aborrecible antes de la cirugía, y, después de esta, como uno con un “resultado estético agradable”.

Sin embargo, esa ansiedad – y quizás, especialmente porque era energía gastada en la posibilidad de que esto no sucediera – es una que pronto deseé no haber compartido con Cheryl / Bo. En la tarde de nuestra manifestación, después de que recogimos todo por ese día, sintiéndonos muy valientes y triunfantes por haber hablado con docenas y docenas de los asistentes a la conferencia y con un equipo de filmación de documentales francés, Max amablemente me acompañó al Boston Common, un parque público, para que pudiera tomar fotografías de la escultura “Make way for Ducklings”- “Abran paso a los patitos” – para mostrársela a mi pequeño hijo, que en ese entonces era un gran fan de este clásico libro para niñxs. Cuando regresamos al apartamento donde estábamos hospedándonos, en nuestros correos electrónicos había una copia de un comunicado de prensa [sobre la manifestación] que Cheryl / Bo y Rikki-Anne habían escrito. No recuerdo todo el contenido, pero se que me sentí indignada porque había sido escrito, en parte, por alguien que no había estado ahí. Lo más difícil para mí fue que, en una parte de este, decía que uno de los participantes había estallado en lágrimas en las escaleras del centro de convenciones, después de haberse confrontado a su cirujano. Esto nunca sucedió. Nadie estalló en lágrimas. Y el comunicado de prensa era una burda distorsión de mis pensamientos ansiosos. Ese fue el momento en el que me separé de la ISNA.

Max Beck, Morgan Holmes and Paddington Bear

Max Beck, Morgan Holmes y Paddington Bear, en Boston, 1996.


Renuncié a mi vínculo con la ISNA ese fin de semana, lo que sugiere que, si bien, entendí la meta de generar simpatía por nuestra causa con la emisión de un comunicado de prensa que exageraba la historia, no podía respaldar tácticas que podrían distorsionar los testimonios que pudiera proporcionar yo o cualquier otra persona. En los años siguientes, no he visto que sea útil el tratar de evocar la emoción de la simpatía, en su lugar, prevalece entre las personas el sentido de la lógica, de la justicia y de los principios de derechos humanos y autonomía.

En la medida en que la ISNA logró que ese fin en semana, ganáramos un punto de apoyo dentro de la conciencia pública sobre la violación de los derechos y autonomía de las personas intersex, y cualesquiera que fueran las razones de mi renuncia, todavía reconozco la gran utilidad de nuestra manifestación pública, incluso si esta manifestación fue solo un accidente feliz.

Pero, ese evento, durante ese fin de semana en Boston, aunque empezó con tropiezos, estos comenzaron algo mucho más público que lo que ISNA hubiera sido capaz de lograr en sus años fundacionales. Organizaciones como Bodies Like Ours y la Organización Internacional Intersex – OII, se desarrollaron para llenar los vacíos y para crear espacios que ISNA no pudo. El trabajo en Europa y Australia, junto con el apoyo de la ILGA, es lo que más me ha impresionado. Mirando hacia atrás, hace 19 años, lo único que lamento es que Max ya no esté con nosotrxs para ver lo que nuestras comunidades alrededor del mundo han logrado a partir de la chispa que encendimos esa semana. Tristemente, Max murió a los 42 años en 2007, pero muchos de nosotrxs recordamos de Max su elocuencia y paciencia, su integridad y honestidad, y lo extrañamos.

Continúo investigando y escribiendo desde una posición que se niega a consentir o rendirse, se niega a lamentarse por la diferencia intersex; No veo un futuro de libertad para nosotrxs si estamos de acuerdo con los médicos en que somos “trastornos o desórdenes”, y no quiero verme relacionada con los discursos que, vehementemente, justifican el tener que estar suplicando a la autoridad médica.

– Por Morgan Holmes
14 de octubre de 2015

Morgan Holmes es una socióloga canadiense y profesora de la Universidad Wilfrid Laurier en Ontario. Es la autora de Intersex: A Perilous Difference – Intersex: Una Peligrosa Diferencia y editora de Critical Intersex. Su trabajo académico se enfoca en la sexualidad y teoría queer, pensamiento feminista; investigación cualitativa en de la salud y la legislación relacionada a la sexualidad y salud. Morgan recientemente ha expandido su interés en la intersexualidad a otras formas de diversidad corporal, y ha comenzado un proyecto a largo plazo sobre familias que crían a niñxs con discapacidades.

Lee el testimonio de Max Beck en el sitio web de la ISNA.
Lee la presentación de Morgan Holmes para el Hospital Mount Sinai en el sitio web de la ISNA.
Lee el comunicado de prensa de la Academia Americana de Pediatría.